viernes, 22 de febrero de 2013

LAN party: de esos polvos, estos lodos

¿Recordais qué conexiones de internet había a mediados de los 90? El módem de 56k. Conectabas a la línea de teléfono, marcabas un número de un centro de datos en el ordenador, y a pagar por minuto. O contratabas una de esas tarifas planas de 8 de la tarde a 8 de la mañana. Era la época de los anuncios de portales web en la tele: Terra, Inicia, Wanadoo, y un largo etc., barridos por el estallido de la burbuja .com del año 2000, y rematados por Bin Laden el 11-S. Alguno sobrevive, otros se reconvirtieron, o fueron absorbidos por los supervivientes.

A mediados de los 90 internet en España se conocía por las noticias: lo de las superautopistas de la información (Al Gore se atrevió por todo el morro a apuntarse la invención de internet porque esos accesos troncales y acuerdos entre tier 1 carriers se firmaron mientras Clinton era presidente). Pero el correo electrónico era cosa de empresas, y las "www" era una cosa exótica de algunas vallas publicitarias del mundial de EEUU 94. Cuando Francia 98 ya no era tan exótico, y para Corea/Japón 2002 era lo normal.

El juego online ha existido desde que existe Arpanet. Ya se hicieron juegos 2D para jugar en red local (o simplemente con dos ordenadores conectados). Y en los 80, sobre CompuServe, se hizo el primer RPG. Modo texto. Con las consolas se popularizó el modo multijugador, pero con el internet que había en España, difícilmente se podía jugar online. Por eso los frikis de vez en cuando se reunían, llevando cada uno su PC, y montaban una fiestecita alrededor de la red. Una LAN party. Incluso hay unas bolsas de transporte, LAN party bags, para llevar con comodidad (relativa) el PC y sus accesorios. Los monitores aún eran de tubo. Eran muy pesados...

A finales de los 90 yo resistía con un AMD DX4 a 100 MHz (equivalente a un Pentium), con juegos muy, muy antiguos (X-Wing, Flight Simulator 5, varias versiones de Civilización, etc.). Y cuando veía a lo que jugaban los colegas se me caía la baba. Como ya mencioné, a los de pegar tiros se sumó el Warcraft, porque la temática era muy similar al Warhammer Fantasy Battles, que tantas horas de diversión y discusiones había proporcionado. Hacer lo mismo sin tener que sacar el tablero de tres metros ni el ejército de 30 mil pesetas era una gran comodidad.

También hacía poco había salido un juego tremendamente adictivo en el que llevabas un personaje con el que ganabas experiencia, mejoraba las características y equipo, y además podías hacer grupo con tus amigos. Había llegado el Diablo. Yo no sabía de qué iba, sólo sabía que había un bicho muy chungo, el butcher, que era jodido de matar al principio. Incluso había dos colegas que jugaban por internet a un juego de pago. Cómo se reían los otros, pagar una cuota por jugar... sí, sí...

Trabajo, novia y un cambio de domicilio me descolgaron un poco de esa carrera tecnológica y lúdica. De vez en cuando volvía a esas juergas y veía que ahora le daban al Starcraft, el Diablo había tenido una continaución, y a veces, en el local, mientras estaba dándole al Counter Strike, estaban con otro juego tipo Diablo, pero al PJ lo veías de espalda. Y en la pantalla había muchos botones y números. Uf, un dolor de cabeza. Recordé que era el mismo juego que me había enseñado mi primo un tiempo atrás. Un juego en que llevabas tu personaje, con estadísticas como en los juegos de rol, que hacías misiones por el mundo, subías de nivel, e incluso podías pescar y cocinar. Y que para jugar tenías que pagar una cuota mensual.

Continuará.

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