Mi 49º cumpleaños (en diciembre de 2022) fue fructífero en regalos. Cayeron varias de las adaptaciones que ha hecho Gou Tanabe de relatos de Lovecraft: La sombra sobre Innsmouth, El color que cayó del cielo, El sabueso, y muy especialmente Las montañas de la locura, un doble tomo absolutamente recomendable.
Poco después escuché en un podcast esta última, la única novela de Lovecraft, y pude comparar ambas versiones. Desgraciadamente no he podido releerla en papel (la leí hace unos 30 años) porque alguien prestó el libro a otro alguien, y aún no lo han devuelto.
Una de las cosas que más puede sorprender de Las montañas de la locura es que se trata de una auténtica obra de ciencia-ficción. De terror, obviamente, con tintes de fantasía, pero muy bien documentada y que demuestra que Lovecraft seguía en su momento con interés las noticias científicas, incluyendo la exploración polar. Un reciente documental sobre la expedición Shackleton y la búsqueda del Endurance me reforzó más esa idea. Para construir su relato, Lovecraft se documentó profusamente sobre los medios usados por las expediciones polares: trineos y sus perros, suministros, y también aviones y equipos de radio.
Apenas hemos metido un pie en el océano cósmico, nuestro propio Sistema Solar está plagado de misterios, y uno de esos mundo más misteriosos, el satélite Encélado, parecía un buen lugar donde ambientar esa historia. Así que me documenté un poco, me hice mis esquemitas, y empecé a escribir. Con muchos parones, eso sí. Pero hace unas semanas le di el último empujón, y aquí tenéis el resultado: La comparecencia Dyer.
Lovecraft, como muchos otros autores del XIX y principios del XX, cuenta sus historias en forma de testimonio, ya sean cartas o diarios, y me pareció una idea interesante usar una versión moderna de esos testimonios: la comparecencia del protagonista ante un comité. Y nada más que añadir, salvo compartirlo contigo, querido lector que has llegado hasta aquí. ¡Que lo disfrutes!